jueves, 20 de enero de 2011

Noches de horror



Respiración entrecortada; palpitaciones rápidas y fuertes que se sienten como si llevaras un tambor en el pecho.

Por más que intento inhalar profundamente y llenar mis pulmones de ese aire que necesito para oxigenar mi mente y calmar mi espíritu, no logro hacerlo.
Siento que me ahogo ahí acostada, pareciera que el vacío en la boca del estomago se agranda y puede succionarme completamente sino me paro y busco oxigeno haya afuera.

Como si mi yo interior se quisiera comer a mi yo exterior.

Corro al baño por las náuseas que empiezo a sentir, me pregunto si es ansiedad o esta a punto de darme un infarto.
Me siento, y puedo percibir como mi cuerpo se debilita y un sudor frío perla mi frente; recuerdo entonces que hay que toser fuerte para  evitar ser víctima de infarto y toso, toso dos, tres, cuatro veces y me siento mejor, al menos sicológicamente, porque físicamente estoy igual.

Salgo al jardín, todo duerme, afuera y arriba de la casa.
La noche es obscura y fría y ese aire frío en la cara se siente bien. Me quedo parada, respirando y sintiendo.
El frío en mis pies me hace entrar a la casa de nuevo y me acuesto en el sofá pero no logro conciliar el sueño.
Recuerdo el consejo de mi madre y busco en mi cartera las oraciones que en otros momentos me han tranquilizado; las empiezo a leer y sin darme cuenta me quedo dormida hasta que un sobresalto me despierta de nuevo.

Son las 5 de la mañana, esta a punto de amanecer.