Cuando pequeña, creía que tenía a la familia ideal. Veía a mis padres amarse, cuidarnos, proveernos, y jamás los vi pelearse, ni siquiera discutir, frente a nosotros. Mamá y Papá siempre estaban ahí para todo, lo único que nosotros hacíamos era jugar, divertirnos y cumplir con las tareas escolares.
Un poco más grande, en la adolescencia, empecé a ver a mi familia, como un ente aparte, o más bien, yo era el ente apartado, con toda mi rebeldía a flor de piel, no sentía que encajaba en ese molde tradicional, quería mi propio espacio, mi libertad de pensamiento y acción y en esa búsqueda me desprendí del entorno familiar y me fui al extranjero. Estuve fuera 2 años. Mis hermanos se convirtieron en adolescentes y cada uno voló hacia donde pudo o quiso hacerlo. Mis padres, sumamente ocupados con el trabajo ya no estaban con nosotros como antaño. Cambio la vida familiar. Papá pasó a ser una figura 'ausente' y mamá en el 'alma' de la casa. Mi lazos familiares empezaban a diluirse.
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